Tengo dudas sobre sus ojos cerrados, pero los disfruto, le siento el pulso, se acelera el mío.
Los bordes de su camisa de doblan como mis piernas al contacto con su piel sana, suave, disponible a mis dedos
dedos que bailan en el silencio de las cosas que no se dicen.
Yo sonrío,
es una costumbre de otros tiempos, sonrío con los dibujos que traza con su cadera definida.
Me hace preguntas sobre mi risa, me recuerda a un monstruo que me tendió una trampa creyendo también en esa misma risa.
Me descubro colgada a su espalda con mis medias bien puestas (es una imagen bella)
Me hago consciente de los movimientos de sus manos en mi cuerpo, hago que tenga ganas de volver, le enseño a mi lengua la ruta que conduce a la contracción y curvatura de su espalda...
al sonido del postre.