Evoco las poesías de Alejandra y entiendo cómo se duerme con los muertos en las noches frías.
Las emociones como volcanes sin fondo caliente y este invierno encima sediento de cobijas nuevas.
mis silencios repiten...


Un monstruo liquido me teje palabras como sacos para el invierno, me habla con sabidurías que no comparto por ignorante y me quedo pensando en las formas que usamos para ser lo que somos. Me hace pensar en los antojos de cualquiera y mis ganas de invitarlo a dormir conmigo cuando esta feminidad me lo permita.
Monstruos de sofá que alimentan mi ego para terminarlo luego junto con mis deseos acumulados. La sutileza termina cuando recuerdo las excusas de mi animal de turno, el pechito, Ecopetrol decía, la pierna y la novia, las historias resultan ser las mismas después de todo, nos inventamos la misma respuesta y hacemos de las primeras veces la principal excusa, la noche me devuelve la fé y la espalda obtiene las consecuencias de seducir adolescentes. Yo tengo vivos recuerdos del monstruo de lengua, recuerdos que perpetúan mis instintos, le pregunto por el gato y pienso que probablemente no vuelva a verlo, me imagino mi lengua en los ojos y me quedo con lo no dicho, no hecho, no sentido (sin nostalgia alguna).
