jueves, 26 de mayo de 2011

Monstruos en la cama

He conocido egos más discretos.

Una enseña el pedazo de piel más sensible al mordisco pero no siempre, una se guarda pequeños trozos de deseo en los bolsillos de los pantalones, como reservas, como cuotas.
De tanto en tanto una le hace mimitos al compañero de clase para que se antoje de invierno y luego desayuna con las historias que se filtran en las ventanas.

Una humedece la palabra con la lengua y la unta en los monstruos que se pasean campantes por las calles que transito a diario.

Una se pregunta por las cifras del deseos y no se responde.

Una se baña dos veces y algunas tardes, se divierte con el sonido del agua y la visión poco morbosa del cuerpo sumergido.

Una entiende las reacciones posteriores, después de todo, he conocido egos más discretos.

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