martes, 12 de julio de 2011

Esto no es un invierno.

Hay un montón de palabras enloqueciéndome hace días, la vida cambió, la forma, la rutina, hasta el clima me sorprende.
Vine a vivir a esta ciudad por el impulso propio de hacer cosas, tengo la firme convicción de ser una mujer buena, agradable, valiente. Todos los días me miro al espejo con amor y aprendo nuevas forma de mirarme. reconozco esta sensación, reconozco cuando me siento llena de palabras que no digo, vacía de gente, yo me aferro a lo que es cierto, como mi familia, como el amor de mis pequeñas y la compañera de mi vida, como el cariño de los cortos e impersonales mensajes de mi hermana mayor y la voz preocupada de mi mamá, me acuesto en las noches segura de que el amor está conmigo.
Mis tiempos han cambiado, como mi alimentación, ya no tengo 3 comidas como en casa, el desorden tiene que ver con el sueño, las costumbres del hogar y la pereza de bajar a hacer mercado. Sigo medianamente saludable.
Extraño a mis amigos del otro lado. Quiero pensar con ellos, a veces es más entretenido que sentarme sola a ver cómo hago para apasionarme por algo. (Solo a veces)
Me gusta la complicidad que he adquirido con mi compañero de habitación, más aun cuando soy la única Mujer del hogar. (paréntesis)

Luego de mirarme me digo:
La puerta se mueve con el viento, se cierra de repente y me asusta como sus manos cuando vemos televisión. La casa habla por si sola, susurra historias en las paredes de cada cuarto y las manos de la sucia pared nos hacen creer que las historias son propias, pero no, son de la ciudad, del tiempo y de esas casualidades en las que no creo.
Qué desorden mi cabello, me duelen las plantas de los pies

Ésta Camila de los Monstruos ha cambiado con los días, la piel le cambia después de una hora en la tina (no es sorprendente para nadie). A Camila de la Monstruos la llaman Dolores en horas laborales, claro, por sus múltiples dolencias casi inventadas. La nariz sigue intacta, entró en pánico por el clima pero se recupero satisfactoriamente. La mente se mantiene estable, equilibrada y medianamente consciente de lo que es la vida. Camila de los monstruos sigue atada a sus deseos, concretos, animales, lejos de ser perversos pero visibles en los dedos de la ventana.

Tengo una espalda pendiente, le consiento en secreto mientras hago bromas sobre su rica voz, tengo una espalda vieja, le consiento a gritos mientras me río sarcásticamente, tengo unas espaldas lejos les contemplo en los sueños después de demostrarme mi amor (dije Después).

Tengo una espalda en esta foto

Los antojos se dicen con la lengua. (está claro).

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