me entretengo sin dudarlo con sus ojos fijos y las manos.
Yo habría podido agachar la cabeza y seguir de largo,
pero no hubo forma de esquivar los encantos señor del color de otro.
Me hago preguntas sobre lo que significa su piel conmigo: nada,
esa es la respuesta lógica;
pero es que usted me eriza cada pedazo del cuerpo,
me invita a escaparme de las responsabilidades,
a mostrarle mi lado purpura y melosearle el instinto.
Usted tiene una cadera viva,
danzante,
y yo
como siempre...
tengo una lengua.
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