domingo, 9 de marzo de 2014

Un brazo .

A mi me dicen que no despierte a los muertos, que no le haga fieroz a los monstruos del pasado porque puede ser perjudicial.
En una mañana como hoy me digo, cómo no hacerle cocos a mi brazo, mi monstruo de mar, mi lengua perfecta, mi pelo crespo, mis dedos descalzos, mi color púrpura...

Hablamos de tiempo compartido...

Había una vez un brazo, lo nombramos muerto por su perfecta inmovilidad en horas de la noche, lo nombramos sabio  por su forma de leer el cuerpo extendido y responder a las necesidades implícitas de la piel extendida sobre él, lo nombramos mío por hacer parte de lugares propios, de sensaciones que no están desligadas del lenguaje,por hacer parte de las historias que se cuentan con la boca (literal).


El brazo me habla bajito, me hace preguntas que conozco bien, responde coherentemente las mías y me hace ser lo que olvido por momentos.
El brazo no me envuelve, solo mantiene mi ritmo con un efecto de réplica.



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