viernes, 28 de marzo de 2014

La presa se percata del cazador

Una espalda fría y húmeda,  la sensación perfecta de sus huesos de cadera aprisionados por mis piernas largas.
El gesto es el mismo, los ojos entrecerrados como desapareciendo, el movimiento de las manos como quien busca las medias bajo las cobijas y su boca, sobre todo su boca, roja y tibia.. Deliciosamente tibia.

Le creo, le disfruto, me aprovecho del tiempo, le robo un pedazo de vida y lo traigo a mi boca con la lengua, lo mastico, me alimento.

Hay una línea delgada que recorro como equilibrista, hago fuerza con mis piernas sobre la cuerda, su cuerpo responde y me sostiene, me habla, lo miro, vuelvo a creerle y disfruto su forma particular de tenerme.

Me tiene....
en versiones diferentes del mismo monstruo.


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