martes, 25 de marzo de 2014

no me dí la vuelta


Le había visto llegar, pero no me dí la vuelta, 
hice como si no supiera nada, como si no sintiera nada, como si estuviera ciega de razones.
Esperé su olor de cerca y sentí,
le sentí;
seguía intacto, tenía pegado a la piel algunas  historias e inmediatamente pensé que podría lavarle el cuerpo con agua de mi propio deseo, al fin y al cabo siempre ha sido mío, 
antes de verle, antes de besarle la muñeca de la mano izquierda, 
antes de dedicarle un tiempo en mis noches de color oscuro. 

Cuando estuvo lo suficientemente cerca me di la vuelta
y cuando ya no tuviera ninguna posibilidad de correr, le atravesé los dientes en el hombro y vi como su carne se caía a  pedazos sobre mis pies desnudos, 
me devolvió una mirada de aprobación y yo continué usando mis labios,
fui dibujando las texturas de su piel con los fluidos combinados que recuperé de nuestro primer encuentro.

Me había permitido  morder su hueso de cadera,
pero eso fue después,
pero eso fue mejor... 
Yo dialogué con las figuras dibujadas por mi lengua y le escribí palabras claras debajo de la primera capa de la piel.

El Monstruo se hizo monstruo,
jugó con mi pelo,
me habló de un viaje, de dos, de un tango también...

En ese momento recordé la niña de los pájaros en la parte de adelante del vehículo que transporta su alimento, la niña silenciosa, inmersa en los pensamientos propios,
recorriendo las escaleras que no conducen a ninguna parte. 

Yo volví al tango, y con todo lo que me hace  monstruo me lancé sobre su boca definida,
le recordé lo que ya sabía y le conté el final de la historia. 

Remembranzas de un balcón, de nuevo un parque, un cabello crespo y ahora un desconocido. 
Delirios que quedan en la piel muerta, delirios que viven en la piel florecida de palabras constantes.


Las heridas del hombro sanaron por completo, pero aún me duelen los dientes por el pedazo que cayó sobre mis pies. 




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