sábado, 20 de noviembre de 2010

Escritos y deseos pendientes

Según los escritos pendientes debo hablar del auto fantástico y su cara, sobre todo eso. Los mismos ojos de los niños enamorados de las historias de Dios y de las propias historias. Las intenciones cambiantes y el pecado del que hablamos. Pienso en más de una palabra para ello y en más de un nombre. Recuerdo las confesiones al cura y las que surgen ahora:


Besos quiero de mi boca a tu espalda, a tu cuello
y la parte baja de tu cabeza,
besos para rodearte el cuello, las piernas y el hueso de cadera.
Quiero morderte los hombros con ternura y con deseo,
enredarte las manos en el cuerpo y
deshacer tus preguntas con la punta de mis dedos.
Quiero mover mi lengua y dibujarte las formas
que tiene mi cabeza a la hora de pensar en ti. Enseñarte los paisajes
que construyo con las conclusiones falsas por mis escasas preguntas.
Quiero saborear la historia que guardo
y los recuerdos que tienen mi boca
después de probarte y sentirte ausente.
Quiero conocer tus sonidos y ver tu expresión
cuando te ponga la lengua en el oído y te cante mis deseos contigo.
A mi me interesa conocerte de cerca con los sentidos dispuestos,
encantados de haber leído que querías ser mi amante.
Por ahora y si se pudiera te besaría la frente
y deslizaría mi boca por tu boca hasta que quisieras conocerme de cerca. ... tendría que contarte una historia con mi cuerpo...
tendrías que recibirla y complementarla,
llenarla de colores, como los de mi lengua cuando te pienso.


Dices que recuerdas cuando escribías, yo culpo al tiempo
por dejarme reconocerte sin un pedazo.
Me quedo con los dedos deseantes de un lugar,
de un momento para la lengua llena de ideas sobre
cómo se entretienen los humanos cuando reconocen un amante sin haberlo tocado.

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