domingo, 8 de noviembre de 2009

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Las historias terminan siendo exageraciones y el amor no resulta ser amor, y el deseo suele ser muy vago y la sombra de mi cuarto es solo el reflejo del palo que sostiene el techo.

Las historias terminan siendo un halago a mi dolor y una mirada hacia el pasado tenebroso y escurridizo de mis verdades, una bonita forma de enredar la escritura del tiempo y concentrarse en el presente sofocado de manualidades.

Las historias terminan siendo otras o de otros, mías o suyas, y envié mensajes a los posibles implicados segura de la ausencia de comentarios honestos. Si las historias de este blog no son lo que espero entonces podrían ser lo que espera usted, ya que nunca pudimos ponernos de acuerdo en quién es la primera persona en aparecer al abrir el telón rojo que baila al contacto con las manos.

Las historias tienen su nombre entre las letras y van contándose al ritmo de los personajes secundarios, las jóvenes chismosas de la ventana, los pájaros muertos del cuento de Eduardo Barrios y la soledad de la noche de mis extranjeros.

Las historias no me pertenecen y eso es lo fascinante.

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