martes, 9 de marzo de 2010

Y que sea muy feliz


No empieza como las historias de siempre, no había una vez, habían varias. Una voz ruidosa detrás de la puerta, la risa cínica y cruel de la familia que no acepta el gobierno. El deseo como siempre, un papel con un valor menor del que dijo el extranjero pero no menos interesante, recubierto de la misma intensión. Me celebra, no le reclamo, no le celebro, me reclama. Sencillo como su vida de este tiempo, sin encuestas o preguntas psicológicas que le compliquen su cerebro poco entrenado en las cuestiones del amor. La compañera que mantiene relaciones sexuales a escondidas se excusa en la forma en que los hombres reclaman su canasta de frutas y no tiene problema al escupirles las pepitas de la sandía en la cara de otros. Mis dientes más acostumbrados al chicle que en otro tiempo le comentan a la tarde las razones para no querer morder otra cosa que el viento que me separa de la noche. Pienso en las últimas declaraciones de amor, en la voz que más que cándida y perfecta se ha vuelto peligrosa para pequeños y falsos enamorados.

Temporada de palabras puestas y dispuestas a favor de otros, de los otros.

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